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Nuestra sociedad dominicana ha crecido mucho en demografía, inserción en el mercado internacional, en organización y realización de variados eventos, reconocimientos y premiaciones a personalidades; ha crecido también en la conciencia de la igualdad y la dignidad de la mujer y el varón.

En la actualidad nos encontramos con mujeres en situaciones difíciles, mujeres separadas, divorciadas, madres solteras, niñas y mujeres prostituidas por el hambre, el engaño y el abandono.

La mujer dominicana ha sido objeto de violencia, de malos tratos, abusos sexuales, de exclusión en empleos y profesiones, y de inferioridad en las tomas de decisiones en el hogar; como herencia de nuestra cultura. No obstante, se constata ante esta realidad, que la mujer se ha superado en la sociedad dominicana, se ha ido saliendo de la casilla tradicional “ama de casa” y ha ido creciendo de forma rápida en el campo laboral, académico, gerencial, empresarial, social y religioso, donde es notable la presencia de la mujer.

La perspectiva de preparación está en aumento ya que en las aulas hay más mujeres que hombres y estadísticas recientes afirman que el 72% del magisterio nacional está compuesto por mujeres.

Así también es un hecho, que en las familias como en las comunidades y en diversas organizaciones sociales la mujer es quien más comunica, sostiene y promueve la vida, la fe y los valores.

Ella inspira la fortaleza para dar la vida, resistir y dar esperanza cuando la vida está más amenazada, buscar y encontrar alternativas cuando los caminos se cierran pues ella es compañera activa, libre animadora de la sociedad; subrayando su papel como madre, defensora de la vida, educadora en todos los ámbitos y presente en el proceso de toma de decisiones responsables en la familia y en la sociedad.

Promoviendo la igualdad y la complementariedad

La mujer hoy en día exige el reconocimiento de su dignidad e identidad como persona. El primer libro de la Biblia, el Génesis, nos presenta al hombre y a la mujer en una relación de igualdad como seres queridos y creados por Dios.

En cuanto que el hombre y la mujer, según el relato, tienen igual dignidad por ser “imagen de Dios” (Gn. 2, 7.22). Esto se puede llevar a la práctica fomentando el rescate del valor de cada mujer como persona, evitando toda discriminación racial, social, laboral y religiosa.

La Creación humana presenta y refleja que el hombre y la mujer están hechos el uno para el otro. Es decir, el hombre descubre en la mujer a un otro yo. Dios los ha creado para una comunión de personas en la que cada uno es y puede ser ayuda para el otro, pues forman una misma carne (Gn. 2, 19-20; 24).

Esta igualdad y complementariedad se pueden promover con una constante búsqueda de mecanismos para que entre hombres y mujeres se establezcan relaciones interpersonales basadas en el respeto mutuo y aprecio, en el hogar, la escuela y el reconocimiento de las diferencias y la reciprocidad.

Mediante la integración cada vez mayor de la mujer en la toma de decisiones en la familia y en la sociedad y fortaleciendo la presencia y liderazgo en las organizaciones civiles, culturales, religiosas y políticas.

Jesús y la mujer

En tiempos de Jesús la mujer no tenía los mismos derechos civiles y religiosos que el hombre, dependía totalmente de su padre hasta la edad de los doce años; cuando se unía en matrimonio pasaba a depender absolutamente de su marido, este podía repudiarla, divorciarse, la mujer no. La mujer era considerada como menor de edad y dependía siempre de un hombre, fuera su padre o marido. Pertenecía al grupo de los marginados. Jesús, en su vida cotidiana constata esas diferencias y las transforma, se acerca, acoge, dialoga con la mujer samaritana (Jn. (4, 1-42). Perdona y reivindica a la mujer adúltera (Jn 8,1-11).

Son las mujeres las primeras que anuncian su resurrección. Las hace partícipes de su proyecto de salvación; Jesús defiende la dignidad de la mujer.

Mujer como defensora de la vida

La mujer está llamada a superar las barreras que son atentados contra la vida y que afectan negativamente su dignidad, entre ellos el aborto, la violencia en las relaciones sexuales, y otras que ha impuesto la sociedad. A desarrollar su liderazgo, fijarse metas, guiar sus propios pasos sin esperar que otros lo hagan por ella.

Está emergiendo una nueva imagen de la mujer, conciente con su responsabilidad en las organizaciones, en la política, en las iglesias, en empresas, en la cultura; con un papel o rol central como defensora de la vida.